Desde hace ya varios años la planta de tratamiento de aguas residuales de Avonmouth, en las afueras de Bristol, produce biogás.
Las aguas que llegan allí a través de las cañerías de la ciudad y sus alrededores son sometidas a una serie de procesos de filtración para depositarse luego en unos gigantescos digestores anaeróbicos.
Allí, este lodo recibe calor, y, privado de oxígeno, las bacterias presentes naturalmente en la materia orgánica comienzan a descomponer los desechos y producir biogás.
Como la planta produce más biogás del que necesita para abastecer sus necesidades energéticas, la empresa encargada de las instalaciones decidió aprovechar el sobrante y así nació la idea de crear un automóvil que funcione con metano.
"Esta planta produce unos 18.000 metros cúbicos de biogás al año. Si lo convirtiésemos en biocombustible para vehículos, y reemplazáramos al combustible fósil, podríamos dejar de emitir 19.000 toneladas de CO2", explicó Saddiq.
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